lunes, 10 de septiembre de 2018

El fracaso escolar... estadístico (II)

Para hablar del fracaso escolar, la primera dificultad que nos encontramos es la propia definición del concepto. Incluso la denominación es discutida por muchos teóricos por lo que tiene de culpabilizador del alumno. Sostienen que aún en el caso de que dicho alumno no haya alcanzado los objetivos previstos, siempre se llevará algo positivo de sus años de escolarización. Dicho para que se entienda, puede que al menos haya aprendido a leer, a contar, algunas cosas más y, sobre todo, habrá adquirido, probablemente, alguna habilidad social.

Superado este escollo inicial, tenemos todavía la dificultad de saber a qué nos referimos. En la bibliografía se manejan varios indicadores. El más utilizado es el porcentaje de jóvenes de entre 18 y 24 años que no han obtenido el título correspondiente a la enseñanza obligatoria -en España, el de Graduado en ESO-. Otros indicadores son: el porcentaje de alumnos que no acaban cada etapa educativa en el número de años previsto ordinariamente -6 para la Primaria, 4 para la ESO, 2 para el Bachillerato, uno o dos para los Ciclos Formativos de FP-; el número de repetidores en cada curso; el porcentaje de suspensos en cada curso y/o materia; el llamado abandono temprano: porcentaje de alumnos que abandonan una etapa educativa antes de terminarla cuando aún tienen edad para continuar, etc. Son diversos indicadores útiles y representativos para reconocer la existencia de un problema.

Pero, en mi opinión, una cosa son los indicadores y otra cosa el problema. Cada uno de estos indicadores nos da un indicio de que existe el problema. Podemos decir que cada indicador es un síntoma, pero el fracaso escolar no es el síntoma sino la enfermedad. Creo que el fracaso escolar consiste en que un alumno no alcanza los objetivos previstos para su edad en la etapa educativa en que se encuentra. Parece obvio y simple. Creo, además, que quien fracasa es todo el sistema educativo, no solo el alumno o no solo el profesor. Confundir el fracaso con los indicadores del fracaso, cosa que se da con frecuencia, como argumentaré, me recuerda el famoso aforismo: "Cuando el sabio señala la Luna, el necio mira el dedo". Muchos indicadores muestran que existe un problema, muchos políticos, pedagogos, opinadores,... han adoptado el papel del necio y se han limitado a mirar el dato numérico del indicador.

En el artículo anterior conté el caso más estrambótico que conozco, tomándome algunas licencias humorísticas, pues solo con humor se puede tratar este tipo de barbaridades. Durante un tiempo, el indicador de alumnos que terminaban el  Bachillerato en el número de años reglamentario en Galicia mejoró por el sin par procedimiento de aumentar ese número de años. Es lo que llamo "arreglar el fracaso escolar estadístico". O bien, mejorar la estadística del fracaso escolar, sin tocar el propio fracaso escolar. Mirar el dedo en lugar de la Luna. Pero hay más.

Las sucesivas leyes de educación han incluido limitaciones a las repeticiones de curso en cada etapa. Repetir curso es síntoma de fracaso. Incluso la mayoría de teóricos -inteligentes, no pedabobos- están de acuerdo en que repetir curso no es bueno para el estudiante. ¿Qué hacemos? ¿Cuál puede ser una medida que evite que un alumno repita? Prohibir que repita. Estamos mirando el dedo, de nuevo. Asimismo, para obtener el título de la ESO se contempla la posibilidad de suspender varias asignaturas (actualmente dos), si el equipo docente considera que se han alcanzado los objetivos de la etapa. Digo yo que si se hubieran alcanzado los objetivos y las competencias, el alumno habría aprobado. En la práctica, salvo excepciones, esto significa que con dos suspensos el equipo docente decide automáticamente que el alumno obtiene el título. Y si suspende tres, después de un par de minutos de discusión, una de las tres se le aprueba. Estoy seguro de que el legislador consideró diversos beneficios objetivos -que yo puedo compartir- que favorecen el conceder el título de la ESO a un alumno que suspenda dos materias. Pero también estoy seguro de que la mejora de las estadísticas de fracaso escolar pesó lo suyo.

Esta otra me gusta mucho. Ocurrió con la LOGSE -Ley Orgánica General del Sistema Educativo-, en vigor de 1990 a 2006, con sus períodos transitorios de aplicación. Se corrigió con la LOE -Ley Orgánica de Educación-, de 2006. Como resulta que la materia con mayor porcentaje de alumnos suspensos ha sido siempre Matemáticas, pues nos la cargamos. Naturalmente, las Matemáticas junto con la Lengua, forman el núcleo duro de la educación, por tanto, no se pueden eliminar así como así. Pero, durante los años de vigencia de la LOGSE, era posible estudiar segundo de Bachillerato de Ciencias o Tecnológico sin estudiar Matemáticas. El alumnado debía escoger tres materias entre una lista de seis o siete y las Matemáticas eran una más. Cualquiera que, como yo, haya estudiado algo de ciencias sabe que eso es una aberración. Para mí, el escándalo era mayúsculo pues en el gobierno del PSOE de entonces, o en sus cercanías, estaban Rubalcaba -Químico-, Solana -Físico- y Borrell -Ingeniero Aeronáutico-; personas todas de probada inteligencia y que saben, como yo, que para estudiar ciencia o ingeniería, las matemáticas son imprescindibles. Pues bien, el porcentaje global de suspensos mejoró por el ingenioso procedimiento de reducir la carga estadística de la asignatura más suspendida. No solo es mirar, de nuevo, el dedo; es como el chiste del vagón de cola. Dice así: En los accidentes ferroviarios, los daños mayores ocurren en el vagón de cola, ¿qué podemos hacer? ¡Eliminar el vagón de cola!

En la misma línea de mejorar las cifras va la habitual presión que padres y madres, inspectores, directivas e, incluso, los propios compañeros ejercen para subir las notas. Dedicaré un capítulo aparte a este fenómeno. Solo diré, de momento, lo obvio. Si subimos las notas, mejoramos la estadística pero no mejoramos la formación del alumno. Por si acaso, avanzo que creo que el hecho de subir las notas sí tiene, en ciertas circunstancias, algún efecto beneficioso.

Esta tendencia a mejorar las cifras sin actuar sobre el problema de fondo no se da exclusivamente en la educación. Es la tendencia general de los políticos que no miran más allá de las próximas elecciones. Sucede con el paro. Si no remediamos la situación económica, modificamos la forma de contar los parados para que salgan menos. Por ejemplo, cualquier persona que haya trabajado una sola hora en el último mes no está en paro. La inversión en I+D+i: le añadimos el presupuesto militar porque se compran aviones y tanques. Etcétera, etcétera. Es curiosa la fascinación por las cifras de una sociedad y una clase política tradicionalmente más de letras que de ciencias. ¿No os resulta familiar la imagen de un político diciendo que tal o cual gasto o inversión llegó al tanto por ciento, lo cual significa un aumento del cuanto por ciento respecto al período anterior? Pues eso.

Mientras tanto, indicadores externos que evalúan la formación y no las cifras, como el informe PISA, nos avisan una y otra vez de que la calidad de la enseñanza en España es más bien mediocre. Pero como a veces dicen que, por ejemplo, en Matemáticas pasamos de 497 puntos en el informe anterior a 498 en el actual, aseguramos que vamos en el buen camino. ¡Quien no se consuela es porque no quiere!

Seguimos mirando el dedo.

NOTA. Pedabobo: dícese de un charlatán de todo tipo de condición, aficionado a decir tópicos y lugares comunes sobre educación. Algunos han sido mencionados en el artículo titulado "El serbentesio (con b)". No confundir con pedagogo, profesional que ejerce su oficio como todo el mundo, unas veces mejor y otras veces peor.

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