miércoles, 25 de julio de 2018

El serbentesio (con b)

En los años en los que fui formador de profesores, gozaba de gran popularidad este vídeo que yo mismo utilicé varias veces en mis ponencias. En él vemos como una maestra ha escrito en la pizarra la tabla del dos y, mientras ella marca el ritmo con una vara, todos los alumnos cantan: «dos por uno es dos; dos por dos, cuatro; dos por tres, seis ...». A continuación, el director informa de que se van a modernizar y la escuela se pasará a la vanguardia tecnológica. El aula se dota de cañón proyector, pantalla y ordenadores. La maestra proyecta en la pantalla la tabla del dos y los alumnos cantan: «dos por uno es dos; dos por dos, cuatro; dos por tres, seis...». Moraleja evidente: la implantación de las TIC sin cambio metodológico es absurda.
Por suerte para mí, nunca se planteó cuál sería la buena metodología para enseñar a multiplicar. No habría sabido qué contestar. Por supuesto, existen diversos métodos distintos del canturreo repetitivo, como este para la tabla del nueve, pero yo no veo a un alumno de 3º o 4º de ESO desplegando las manos para buscar que nueve por cinco, doblando el meñique de la mano izquierda, es 45. Y así, para cada tabla, su truco.

Uno de los chistes del desaparecido humorista Eugenio cuenta cómo una persona está leyendo la guía telefónica. Otra persona se extraña y pregunta:
-«¿Qué haces?»
-«Estoy aprendiéndome la lista de teléfonos.»
-«¿De memoria?»
-«No, comprendiéndola, comprendiéndola.»

En conversaciones con compañeros en los que sale el asunto de la memoria, muchos profesores jóvenes acaban preguntando si los de mi generación nos tuvimos que aprender la lista de los reyes godos de memoria. Yo siempre contesto:
-«De memoria, no. Comprendiéndola.»
No todos captan la gracia. La verdad es que ni yo ni nadie de mi generación se tuvo que aprender tal lista. Aún así, recuerdo algunos nombres: Godofredo y Recaredo, nombres típicos de las aventuras del Capitán Trueno, Wamba y Witiza, por las resonancias anglófonas de la uve doble y por las zapatillas, Chindasvinto y Recesvinto, nombres que ningún niño de doce años podía oír sin partirse de risa y, por fin, Rodrigo, al que derrotaron los árabes -antes, moros-. La memoria de un niño es prodigiosa.

Políticos, tertulianos, orientadores y presidentes de AMPAS, (Asociaciones de Madres y Padres de Alumnos), que vienen siendo los principales definidores de lo políticamente correcto, claman una y otra vez contra el crimen del aprendizaje memorístico, olvidando -fallo de memoria, en el mejor de los casos- que llevamos unos cuarenta años con dicho aprendizaje totalmente prohibido y abandonado. Se quejan de algo que no existe. Llevamos décadas en el extremo opuesto.
Resulta que, para empezar, la memoria es indisociable del proceso de aprendizaje. Todo lo que se aprende, sean conocimientos, destrezas o sentimientos, queda almacenado de alguna manera en el cerebro, según un mecanismo que los neurólogos -y todos los demás- llaman memoria. El profesor de Geografía e Historia, Luis Lavilla Cerdán, dice «Sin memorización no existe aprendizaje». Yo estoy de acuerdo con él.

António Damásio, insigne neurólogo, premio Príncipie de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 2005, hablando de cómo el cerebro se las compone para afrontar la toma de decisiones, señala que se pone en marcha una compleja maquinaria neural compuesta de percepción, memoria y razonamiento. La capacidad de toma de decisiones es un buen indicador del éxito o fracaso de la enseñanza. El principal objetivo de esta es formar ciudadanos libres, autónomos y con capacidad crítica, además de proporcionarles ciertos conocimientos y destrezas. También señalan los neurólogos, Damásio entre ellos, que tanto el proceso de almacenamiento como de evocación de datos, imágenes, sonidos, ... implica la formación de imágenes en diversas áreas del cerebro de una o varias regiones, coordinadamente.  Los recuerdos, sean estos imágenes o no, se almacenan en forma de imágenes. La formación de estas imágenes, tanto en el proceso de almacenamiento como en el de evocación implica un número enorme de sinapsis entre neuronas. Es decir, ... -¡tachán!- un proceso físico químico. No es magia, es física. Y como todo proceso físico es susceptible de mejora. Esto es de gran importancia.

Neurólogos, psicólogos y también pedagogos, distinguen varios tipos de memoria con diversas subdivisiones. Al menos tenemos la memoria sensorial, la memoria a corto plazo y la memoria a largo plazo. Es esta última la que interesa en el proceso de enseñanza y aprendizaje.
Existe un amplio consenso científico en que resulta perjudicial obligar al aprendizaje de memoria cuando es posible otra forma, aunque hay cosas que hay que saber de memoria. Un niño aprende a leer memorizando estrategias. Más adelante aprende las reglas gramaticales -los por qués-. Un alumno que no haya memorizado la tabla de multiplicar tendrá dificultades, no solo al operar, sino en general en todos los asuntos matemáticos. La optimización del aprendizaje requiere entrenamiento. La memoria se entrena y con el entrenamiento mejora.

Muchos profesores sabios -la última a la que se lo leí es la profesora sueca Inger Enkvist- sostienen que no es posible pensar sin pensar en algo. Sin datos no hay en qué pensar. Es cierto que en la era google, uno encuentra enseguida la fecha de, digamos, el nacimiento de Newton. Tenerla archivada en la memoria puede ser irrelevante. Pero sí puede ser relevante para un estudiante de bachillerato, saber que Copérnico vivió durante el Renacimiento, que Galileo es posterior, que Newton es posterior a Galileo y que Lavoisier vivió -y primero se benefició y luego sufrió- durante la Revolución Francesa. He ahí unos pocos datos sobre los que establecer inteligentes y provechosos razonamientos.

La cuestión no es si aprender o no de memoria. Esto es simplificar patéticamente las cosas. La cuestión es cómo aplicar métodos que permitan fijar los aprendizajes en la memoria, de modo significativo y, además, que esos métodos no sean aburridos. Es decir, buscar buenas y bonitas reglas mnemotécnicas.

Cierta cancioncilla infantil tiene mucho éxito para enseñar los números del uno al diez en inglés. Recuerdo como si fuera hoy la primera vez que la oí cuando tenía diez años. Sonó así:
«Guanli tortuli torzrili tolindian
forli torfaili torsili tolindian
sevenli tolaili tonaili tolindian
tenli tolindian voy»

La versión correcta es:
«One little, two little, three little Indians
Four little, five little, six little Indians
Seven little, eight little, nine little Indians
Ten little Indian boys.»

Todos los niños cantábamos una y otra vez la cancioncilla y a todos se nos quedaron grabados en la memoria los números del uno al diez y como se dice indio pequeñito. Así que, ¿cantar "One little indian" está bien pero cantar "dos por dos, cuatro", no? Absurdo. El único factor que puede diferenciar una cosa de la otra es que cantar una es divertido y la otra no. Pero la objeción contra la memoria por parte de aquellos opinadores no tiene que ver con que sea o no divertido, me temo.

En mi experiencia, por ejemplo, aprender los símbolos químicos de memoria tiene varias virtudes. No es la menor de ellas el hecho de que alumnos considerados como de peor rendimiento académico, de pronto, se sentían en igualdad de condiciones con los repelentes -para ellos- listillos, rendían sorprendentemente bien y se les subía la autoestima. Un gran efecto motivador que duraba una o dos lecciones más. El objetivo era aprender los símbolos. El cómo es variado. Una opción es crear frases acomodando esos símbolos. Los propios alumnos crearon esas frases que luego me contaron. Mi favorita, por razones obvias es: «Casi Siempre Garabatos Es un Plomo» (C, Si, Ge, Sn, Pb; carbono, silicio, germanio, estaño y plomo, el grupo de los carbonoideos). El hecho de que me la dijeran muestra que no había excesiva mala intención. Otro método fue el uso de unos juegos digitales elaborados por mí sobre la base del juego del ahorcado. Creo que varias generaciones de alumnos míos van por ahí sabiendo, al menos, la respuesta de algunas preguntas de crucigramas.

Y, a todo esto, ¿que es el serbentesio -con b- que titula esta entrada? No es un serventesio, una estrofa. Es la adorable respuesta de una alumna de 3º de ESO para el nombre del elemento cuyo símbolo es Sb. (Respuesta correcta: antimonio).


1 comentario:

  1. Muy bien. El recurso a las reglas nemotécnicas, que es una manera de facilitar la memorización, me parece muy importante; las usamos todos, por ejemplo para codificar los PINs de las tarjetas bancarias.

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