Pertenezco a una de las últimas generaciones que estudió un bachillerato elemental de 4 años (de 1º a 4º), un bachillerato superior de 2 años (5º y 6º) y COU, Curso de Orientación Universitaria. Comenzábamos el bachillerato a los diez años y lo terminábamos a los 17, un año antes que ahora. Los alumnos que no podían seguir esos estudios, sencillamente abandonaban y buscaban trabajo, fuera cual fuera su edad, o bien intentaban aprender un oficio en las escasas Escuelas de Oficialía y de Maestría. Ese sistema se sustituyó por el derivado de la Ley General de Educación de 1970, consistente en ocho años de Educación Primaria -llamada EGB, Educación General Básica- y en cuatro años de Educación Secundaria -tres años de BUP, Bachillerato Unificado Polivalente y COU-. Este sistema fue implantándose gradualmente, de modo que, cuando yo estaba en COU, la primera promoción del nuevo sistema había llegado a 7º de EGB.
Una de las consecuencias del nuevo esquema es que la enseñanza secundaria (antes media), es decir, la que se imparte en institutos a cargo de profesores licenciados en sus materias, se redujo del tramo de edad de 10 a 17 años, al tramo de 14 a 18, es decir, de siete cursos a cuatro. Como contrapartida, la primaria, impartida por maestros y que antes ni siquiera era obligatoria, pasó a tener responsabilidad sobre el tramo de 6 a 14 años, ocho cursos. Muchas personas opinaron que eso degradaba la enseñanza. Mi profesor de matemáticas de COU se refería a la EGB como la JE-JE-JE, lo cual dejaba meridianamente clara su opinión. Cuando yo estaba en COU, los institutos ya habían perdido 1º, 2º y 3º de Bachilllerato, sustituidos por 5º, 6º y 7º de EGB que se impartían en los colegios de Enseñanza Primaria.
Dejando de lado, por ahora, la discusión sobre la idoneidad de maestros o licenciados para cada tramo de edad, creo que el sistema formado por EGB, BUP y COU, ha sido el mejor de la historia reciente de la educación en España. O al menos, es el que mejor ha resuelto el problema al que más adelante me referiré.
La ley de 1990 (Ley Orgánica General del Sistema Educativo, LOGSE) promulgada bajo gobierno del PSOE introdujo la ESO, Educación Secundaria Obligatoria, de los 12 a los 16 años, cuatro cursos. El bachillerato, posterior a la ESO, pero también Educación Secundaria, se reduce a dos cursos. Con ello, la enseñanza secundaria recuperaba dos cursos, dejando la primaria en solo seis. El gran avance de la LOGSE y de la ESO fue la extensión de la enseñanza obligatoria hasta los dieciséis años. Por contra, adolece de lo que yo creo que es un gran error. Las leyes posteriores (LOE, de 2006, y LOMCE, de 2013), mantienen en lo esencial este esquema.
El error consiste, en mi opinión, en la pretensión de mantener en las mismas aulas, con la misma enseñanza, a todos los alumnos hasta que completan la ESO. Los pedagogos y los políticos discuten y sentencian sobre cuál es la edad idónea para introducir distintas opciones o enseñanzas en la educación. Parece que sostienen que esa edad es la de dieciséis años. Los que hemos estado años en las trincheras de la ESO, sabemos que eso es absurdo. Al menos es lo que la mayoría confiesa en privado, no necesariamente en público.
Algo de esto deben, también, sospechar los pedagogos y los políticos, pues, las sucesivas leyes han introducido parches para atender a la diversidad: agrupamientos flexibles, programas de garantía social, planes de diversificación curricular, programas de cualificación profesional inicial, adaptaciones curriculares significativas, programas de mejora del aprendizaje y el rendimiento, ... un enorme conjunto de estrategias farragosas, caras... e ineficaces, coartadas para evitar plantear las cosas de raíz: la ESO no funciona.
El sistema anterior permitía a los alumnos de 14 años, hubieran completado o no la EGB, acceder a estudios de formación profesional de grado medio y, si los superaban, a los de grado superior. Cualquier profesor que no quiera engañarse a sí mismo sabe que un chico o una chica de 14, 15 o 16 años que no se ve motivado o interesado o capacitado para concluir la ESO, será un elemento disruptivo -como se dice ahora- sobre todo para sí mismo.
Sostienen los pedagogos que sería injusto socialmente separar -ellos dicen segregar- a los alumnos por capacidad. Este es un argumento falaz. Las propias leyes orgánicas sucesivas recogen en sus respectivos preámbulos que la educación debe atender a los intereses de la población y el principal interés es recibir una formación útil que les permita desarrollarse como ciudadanos. Todos estamos viendo a diario que para algunos alumnos, el sistema provoca una auténtica pérdida de tiempo y sobre todo, de autoestima. Por evitar que parezca que los segregas -lo cual hace poco progresista- los tienes condenados a una educación inservible y que no les interesa.
«Solo las personas que han recibido educación son libres», dice por ahí arriba. Recibir educación no es estar en un aula como un mueble. Es desarrollar capacidades, talentos e intereses. Dice el preámbulo de la LOMCE: «Todos los jóvenes tienen talento. Nuestras personas y su talento es lo más valioso que tenemos como país». Estoy de acuerdo. Es deplorable estar perdiendo ese talento.
Si atendemos a una comparación con otros sistemas educativos, veremos que hay todas las versiones, como la alemana en que optan por vías distintas a los 11 años o la coreana, a los 12, el sistema finlandés, a los 16, el francés, a los 15, etc. No parece que haya una opinión pedagógicamente indiscutible. Los pedagogos y los políticos españoles deberían ser prudentes y no pretender estar en posesión de la verdad. Sobre todo a la vista de los reiterados malos resultados en las evaluaciones internacionales como el informe PISA y otros.
El sistema portugués, por ejemplo, permite la diferenciación de vías a los quince años, pero extiende la obligatoriedad de la enseñanza hasta los dieciocho. La enseñanza obligatoria para todos no quiere decir para todos igual.
Todos los profesores de la ESO sabemos lo difícil que es gestionar una clase con alumnado que no desea estar allí, por mucho PMAR, ACS, etc que se aplique. Por atender a los intereses de unos, dejas de atender a los de otros. Como no te puedes multiplicar y el tiempo es limitado, acabas no atendiendo bien ni a unos ni a otros. Cualquiera que tenga un mínimo de conciencia social y de sentido de la justicia, se da cuenta de que los alumnos procedentes de ambientes más desfavorecidos son los más perjudicados. Se produce, además, un efecto perverso. Algunos centros educativos se las apañan para bordear o estirar la ley a la hora de la admisión del alumnado, llenando sus aulas con alumnos, digámoslo eufemísticamente, que tienen buenas perspectivas de cara a estudios superiores. Muchos padres acaban llevando a sus hijos a esos centros porque los consideran mejores y más ordenados. Ya tenemos clases y categorías. Ya hemos perdido el valor de equidad y de justicia social que debe cumplir la educación.
La ley de 1990 (Ley Orgánica General del Sistema Educativo, LOGSE) promulgada bajo gobierno del PSOE introdujo la ESO, Educación Secundaria Obligatoria, de los 12 a los 16 años, cuatro cursos. El bachillerato, posterior a la ESO, pero también Educación Secundaria, se reduce a dos cursos. Con ello, la enseñanza secundaria recuperaba dos cursos, dejando la primaria en solo seis. El gran avance de la LOGSE y de la ESO fue la extensión de la enseñanza obligatoria hasta los dieciséis años. Por contra, adolece de lo que yo creo que es un gran error. Las leyes posteriores (LOE, de 2006, y LOMCE, de 2013), mantienen en lo esencial este esquema.
El error consiste, en mi opinión, en la pretensión de mantener en las mismas aulas, con la misma enseñanza, a todos los alumnos hasta que completan la ESO. Los pedagogos y los políticos discuten y sentencian sobre cuál es la edad idónea para introducir distintas opciones o enseñanzas en la educación. Parece que sostienen que esa edad es la de dieciséis años. Los que hemos estado años en las trincheras de la ESO, sabemos que eso es absurdo. Al menos es lo que la mayoría confiesa en privado, no necesariamente en público.
Algo de esto deben, también, sospechar los pedagogos y los políticos, pues, las sucesivas leyes han introducido parches para atender a la diversidad: agrupamientos flexibles, programas de garantía social, planes de diversificación curricular, programas de cualificación profesional inicial, adaptaciones curriculares significativas, programas de mejora del aprendizaje y el rendimiento, ... un enorme conjunto de estrategias farragosas, caras... e ineficaces, coartadas para evitar plantear las cosas de raíz: la ESO no funciona.
El sistema anterior permitía a los alumnos de 14 años, hubieran completado o no la EGB, acceder a estudios de formación profesional de grado medio y, si los superaban, a los de grado superior. Cualquier profesor que no quiera engañarse a sí mismo sabe que un chico o una chica de 14, 15 o 16 años que no se ve motivado o interesado o capacitado para concluir la ESO, será un elemento disruptivo -como se dice ahora- sobre todo para sí mismo.
Sostienen los pedagogos que sería injusto socialmente separar -ellos dicen segregar- a los alumnos por capacidad. Este es un argumento falaz. Las propias leyes orgánicas sucesivas recogen en sus respectivos preámbulos que la educación debe atender a los intereses de la población y el principal interés es recibir una formación útil que les permita desarrollarse como ciudadanos. Todos estamos viendo a diario que para algunos alumnos, el sistema provoca una auténtica pérdida de tiempo y sobre todo, de autoestima. Por evitar que parezca que los segregas -lo cual hace poco progresista- los tienes condenados a una educación inservible y que no les interesa.
«Solo las personas que han recibido educación son libres», dice por ahí arriba. Recibir educación no es estar en un aula como un mueble. Es desarrollar capacidades, talentos e intereses. Dice el preámbulo de la LOMCE: «Todos los jóvenes tienen talento. Nuestras personas y su talento es lo más valioso que tenemos como país». Estoy de acuerdo. Es deplorable estar perdiendo ese talento.
Si atendemos a una comparación con otros sistemas educativos, veremos que hay todas las versiones, como la alemana en que optan por vías distintas a los 11 años o la coreana, a los 12, el sistema finlandés, a los 16, el francés, a los 15, etc. No parece que haya una opinión pedagógicamente indiscutible. Los pedagogos y los políticos españoles deberían ser prudentes y no pretender estar en posesión de la verdad. Sobre todo a la vista de los reiterados malos resultados en las evaluaciones internacionales como el informe PISA y otros.
El sistema portugués, por ejemplo, permite la diferenciación de vías a los quince años, pero extiende la obligatoriedad de la enseñanza hasta los dieciocho. La enseñanza obligatoria para todos no quiere decir para todos igual.
Todos los profesores de la ESO sabemos lo difícil que es gestionar una clase con alumnado que no desea estar allí, por mucho PMAR, ACS, etc que se aplique. Por atender a los intereses de unos, dejas de atender a los de otros. Como no te puedes multiplicar y el tiempo es limitado, acabas no atendiendo bien ni a unos ni a otros. Cualquiera que tenga un mínimo de conciencia social y de sentido de la justicia, se da cuenta de que los alumnos procedentes de ambientes más desfavorecidos son los más perjudicados. Se produce, además, un efecto perverso. Algunos centros educativos se las apañan para bordear o estirar la ley a la hora de la admisión del alumnado, llenando sus aulas con alumnos, digámoslo eufemísticamente, que tienen buenas perspectivas de cara a estudios superiores. Muchos padres acaban llevando a sus hijos a esos centros porque los consideran mejores y más ordenados. Ya tenemos clases y categorías. Ya hemos perdido el valor de equidad y de justicia social que debe cumplir la educación.
Y ¿cómo resolvía la ley de la EGB y el BUP este problema?
ResponderEliminarPermitiendo optar por FP o BUP a los 14 años.
EliminarY ¿se impartían antes de los 14 lo que hoy hasta los 16 con la ESO? Si no, ¿cuál es el mínimo de conocimientos que hay que darles a los estudiantes?
EliminarBuena pregunta. La respuesta no la tiene nadie, me temo. En todo caso, en esa FP tenían asignaturas"comunes": matemáticas, lenguas, geografía, historia, ciencias...
ResponderEliminarEl panorama es desolador. Desde el punto de vista externo al centro y teniendo trato directo con alumnado con necesidades educativas especiales y específicas o como se le quiera llamar, es verdad que me alegré cuando se incluyó este alumnado en centros ordinarios, por lo que significaba en cuanto a la aceptación de estos niños en la comunidad educativa y de paso en la vida social en general. Este proceso ayudó mucho a normalizar las diferencias. Todo eso está muy bien, sería otro tema a tratar. Sin embargo; la realidad de la exigencia académica es el problema. Entiendo la locura de un profesor cuando tiene en su aula alumnos que no tienen ni idea de lo que se está hablando en clase, sobre todo cuando es por pura vagancia y pereza; alumnos a los que les da lo mismo todo, que no se plantean nada en la vida, que no saben nada porque nunca han estudiado y han ido repitiendo lo que se les ha permitido (una vez en primaria), y que llegan a la ESO preparados para no hacer nada, y yo te pregunto, cuando en 1º de la ESO te encuentras con este alumnado, ¿qué hacer? dejar que siga vagueando curso tras curso hasta 4º? ¿Qué mecanismos tiene nuestro sistema educativo de nuestro país para frenar este desastre anunciado? dejando aparte de las ACS, Apoyo RE, etc, Cosas que no sirven para nada porque no están bien implementadas, o sea, no están realmente adaptadas a cada uno. hay ahora muchos Profesores de Pedagogía Terapéutica que trabajan muy bien con cierto tipo de alumnado, sea un Down, u otra deficiencia; pero cuando se trata de alumnos con sus capacidades intelectuales íntegras pero "dormidas" por falta de uso, no se hace nada. Tienes razón cuando dices que no sirve para lo que se ha formado. El daño causado a este alumnado es enorme, como bien dices, la autoestima la tienen pisada, son personas que necesitan ayuda para salir de ese pozo que cada vez se hace más profundo, y como también apuntas certeramente, lo peor es que no se está desarrollando el talento, el alumno no aprende a pensar, no saben razonar, incluso hablar. Tienen el cerebro en "off" , se están formando unos buenos "vegetales" y lo peor es que llevo viendo esto muchos años y no sé cómo se podría solucionar y evitar que una persona esté 4 años perdiendo el tiempo y sus posibilidades de desarrollo.
ResponderEliminarYo no pensaba, en realidad, en los vagos. Más bien, en los desmotivados porque el sistema no atiende a sus necesidades ni desarrolla sus talentos, que los tienen. La vagancia tiene otro tratamiento. Aparte de esto, tengo gran respeto por el trabajo de los especialistas en pedagogía terapéutica.
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