jueves, 2 de diciembre de 2021

Aprender algo útil

Esta es otra de las quejas típicas y tópicas respecto a la enseñanza: lo que se aprende en la escuela no sirve para nada, no es útil. Junto a lo del método memorístico y el abandono de las humanidades, forma, tal vez el núcleo del discurso de opinadores oportunistas y despistados. Luego están los profesores anticuados e injustos, la falta de medios de la escuela y la falta de motivación.

El conocido periodista Andrés Aberasturi repite con frecuencia que a él jamás le sirvieron para nada ni las raíces cuadradas ni las ecuaciones. He hablado de cierto profesor de piluquiría que consideraba una pérdida de tiempo útil el leer a Cervantes o a Cortázar. Habrá que convenir que ni una cosa ni otra le resultaron de utilidad profesional a los reponedores de supermercado que fueron considerados trabajadores esenciales durante el confinamiento de 2020. También habrá que convenir que para poner una inyección decentemente, no hace falta conocer las leyes de la dinámica, ni hacer análisis sintáctico, ni haber oído hablar de los Reyes Católicos, ni siquiera la etimología de la palabra inyección.

Entre mis compañeros de promoción de Químicas hay varios profesores de Física y Química de instituto. Probablemente una parte de lo que estudiamos nos ha resultado útil. Algunos se dedican a la investigación en el CSIC, pero casualmente, no en lo que fue su especialidad en la facultad. También hay empresarios, militares, trabajadores de correos y de telefónica, empleados de banca, profesores de Primaria, vendedores autónomos y amas de casa. Estos no aprendieron en la facultad nada útil para su profesión. 

¿Qué sería útil para todo el alumnado en la escuela? Antes de expresar mi opinión, he recorrido algunas webs que hacen sus propias propuestas y me he encontrado cosas curiosas:

Cierta web —tampoco quiero hacerle publicidad— propone técnicas de memorización, técnicas para mejorar la velocidad lectora —vamos bien— y estiramientos de hombro, muñeca y brazo. Pues, en realidad, sí que es algo que se puede aprender en la escuela.

Otra web propone: Encárgate de ser la primera o la última persona en ser entrevistada para un trabajo. O sea, las personas del medio no deben aprender esto. Otra: Si trabajas de cara al público, pon un espejo detrás tuya (sic). No diré que no es útil. Y otra: Come chicle cuando afrontes una situación en que pudieras ponerte nervioso, como hablar en público. Todos los maleducados que se presentan para dar una conferencia rumiando un chicle han debido leer esta web u otras similares.

Me parece a mí que no andan muy centrados en lo que es útil o no. 

Todas las leyes de educación desde la LOGSE han pretendido que lo que se aprende en la escuela sea útil. Aunque no se precisa bien qué es útil, sí se indica para qué debe ser útil: para ejercer o desarrollar una ciudadanía plena con criterio propio. La única ley que va un poco más allá es la LOMCE, la del PP, que sostiene que lo aprendido debe mejorar la empleabilidad.

Es curioso que los que defienden la utilidad de lo aprendido, en el sentido de utilidad práctica para la vida y el empleo, suelen ser los mismos que los que van soltando otro de los topicazos: la mayoría de los trabajos de dentro de veinte años, no existen hoy. Lo dicen como gran descubrimiento del momento sin saber que eso mismo se dice desde los años cincuenta. Pues digo yo, si no sabemos en qué trabajarán nuestros jóvenes dentro de veinte años, ¿cómo sabemos lo que les resultará útil para ese empleo?

Es que, además, aunque conociéramos cuáles van a ser los empleos, aún no sabríamos quién va a desempeñar cada uno de ellos. Plantear la educación en términos de utilidad práctica es inútil.

En el post anterior relaté cómo los alumnos de Magdalena acabaron amando la literatura mayoritariamente, como ella pretendía. Tengo dos preguntas: la primera, ¿amar la literatura es verdaderamente algo útil en el sentido de utilidad práctica que le dan los opinadores, es decir, permite arreglar un enchufe o preparar un par de kilos de cemento para reparar una pared o facilita sacar el carné de conducir autobuses?; la segunda, ¿dirán esos alumnos que  aprender literatura fue algo inútil?

Estas son mis respuestas: a la primera, no; a la segunda, tampoco. Aprender y amar la literatura tiene otro tipo de utilidad. Es útil para que uno se sienta un ser consciente, civilizado y, también, feliz. Tengo para mí que se confunde la dicotomía útil-inútil con interesante-aburrido o fácil-difícil. Lo que se recuerda como interesante, también se considera útil; mientras que aquello que nos pareció aburrido o difícil, también lo calificamos de inútil.

Creo que conviene dejarse de utilidad y pensar más bien en términos de qué aprendizajes permitirán que todos los ciudadanos, cuando alcancen la madurez necesaria, puedan desarrollar sus capacidades e intereses cívicos, sociales y profesionales. Dicho en otras palabras. Debemos precisar qué educación básica deben recibir nuestros niños y adolescentes e introducir gradualmente las cuestiones de utilidad práctica en una fase posterior: sobre todo en la Formación Profesional y la Universidad. No me cabe duda de que esa educación básica sería de extraordinaria utilidad.

El núcleo de la educación básica lo forman las Matemáticas y la Lengua. Y si un niño de diez años no lo considera útil o le parece que no responde a sus intereses —otro de los tópicos, enseñar lo que les interesa a los alumnos—, eso únicamente prueba que el niño es una persona aún sin formar.

1 comentario:

  1. Bien dicho. Para mí, el quid es que la educación no debe formar meros trabajadores, sino ciudadanos. Y ser ciudadano es mucho más que poner inyecciones, o cemento.

    ResponderEliminar